QUIJOTE SIGLO XXI - (www.elquijotesiglo21.es.tl)  

 
 

   
  EL QUIJOTE AÑO 2012
  El Judío
 

 

PROLOGO A LA TERCERA EDICIÓN

 

La primera edición de este ensayo tiene ya más de vein­te años. Pero su posición no ha cambiado en lo más mínimo. Ni podrá cambiar. Al examinar la razón del problema judío que es un problema tan fundamental como la historia mis­mahemos tratado sobre todo de determinar su raíz, Y ella no está en la economía., ni en la política, ni en la sociología, ni en la antropología, sino únicamente en la teología. El pue­blo judío es un pueblo sagrado, elegido por Dios de entre todos los pueblos para cumplir la misión salvifica de la hu­manidad, cual es la de traernos en su carne al Redentor. Y este pueblo se ha hecho., en parte,, infiel a su vocación,, y por ello cumple en la humanidad la misión sagrada y diabó­lica de corromper y dominar a todos los pueblos.
Este libro quiere ser una meditación una simple me­ditaciónsobre este punto preciso, para destacarlo en toda su fuerza y hacerlo penetrar en la mente distraída del hom­bre moderno.
El estudio de este punto nos ha conducido a introducir en esta tercera edición un cuarto capituló., que se intitula "Et judío en 'el misterio de la historia", y en el cual se considera el papel excepcional que le toca desempeñar al judío en la historia y en la escatalogía. Esta consideración es también de tipo teológico, basada sobre la exéresis de los capítulos noveno, décimo y undécimo de la Carta de San Pablo a los ro-manos.
Al añadir este nuevo capitulo tuvimos mucho cuidado de no quitar nada de lo anterior. Sin embargo, el punto de vista general con que aparecía enfocado el problema a través de todo rl libro cm como transportado a otro nivel, que lo haría menos polémico. Por lo mismo, preferimos cambiar el título con que aparecieron la primera y segunda ediciones, y denominar a esta tercera con el título del nuevo capítulo. Y así, en efecto, nuestro libro "El judío" se llamará, de ahora en adelante, "El judío en el misterio de la historia".
Como han persistido hasta aquí las disenciones entre judíos y cristianos sobre la perversidad del Talmud, verdadero y único libro sagrado del judío, hemos utilizado para esta edición el libro famoso del I. B. Pranaitís "Cristo e i cristiani nel Talmud"^ donde su autor reproduce fotográficamente el texto hebreo de los lugares en que el Talmud se refiere a Cristo y ios cristianos. A título de muestra., y para que el lector tenga una idea exacta del valor del libro de Pranaitis., reproducimos en esta edición copia fotográfica de algunas páginas de dicho libro.
Las variantes que hemos introducido en diversos pasajes de la presente edición no afectan en los mas mínimo el contenido, sino que tratan de reforzarlo.
EL AUTOR.

Judíos y Gentiles no tenéis otro nombre
en el que podáis lograr la salud, más
que el nombre de Jesús. (SAN PEDRO en los Hechos de los Apóstoles, IV, 12).

Sólo en la fe y en el amor de Cristo se puede lograr vuestra reconciliación.
En la medida en que os apartáis de Cristo, aumentáis la carga" de vuestras culpas y aumentáis también vuestra mutua enemistad.
Cristo es la Grandeza y Unión de judíos y gentiles porque Emmanuel nos fue dado como Paz a los hombres de buena voluntad.

Buenos Aires, en la fiesta de los
Santos Apóstoles Pedro y Pablo de 1959



 

PROLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN

No es posible disimular que el tema del presente libro es sumamente difícil y sumamente apasionante.
Difícil, porque el pueblo judío llena toda la historia de Dios y de los hombres. ¿Qué periodo de la historia se puede escribir sin. mencionar a este pueblo? Sin mencionar a este pueblo glorificándolo o condenándolo, pero es forzoso hacer mención de él. Dos son los misterios de la historia, ha dicho un escritor judío (Ed. Fleg, JESÚS RACCONTÉ PAR LE JUIF-ERRAJNT, p. 177): ¡Jesús es un misterio como Israel es un misterio! Y cuando ponéis juntos estos dos misterios., ¿queréis que os diga lo que pasa? ¡Hay un tercer misterio más misterioso, él solo, que los otros dos!
Apasionante, porque ¿quién puede ocuparse del judío sin un sentimiento de admiración o de desprecio, o de ambos a la vez? Pueblo que un día nos trajo a Cristo, pueblo que le rechazo, pueblo que se infiltra en medio de otros pueblos, no para convivir con ellos, sino para devorar insensiblemente su substancia; pueblo siempre dominado, pero pueblo lleno siempre de un deseo insolente de dominación.
Más apasionante aún ahora, porque la dominación de este pueblo, aquí y en todas partes, va cada día siendo más efectiva. Porque los judíos dominan a nuestros gobiernos como los acreedores a sus deudores. Y esta dominación se hace en la política internacional de los pueblos, en la política interna de los partidos, en la orientación económica de los países; esla dominación se hace sentir en los ministerios de Instrucción Pública, en los planes de enseñanza, en la mentalidad de los maestros, en la mentalidad de los uníversitarios; el dominio judío se ejerce sobre la banca y sobre los consorc¡os financieros, y todo el complicado mecanismo del oro, de las divisas, de los pagos, se desenvuelve irremediablemente bajo este poderoso dominio; los judíos dominan las agencias de información mundial, los rotativos, las revistas, los Folletos, de suerte que la masa de gente va forjando su mentalidad de acuerdo a moldes judaicos; los judíos dominan el amplio sector de las diversiones, y así ellos imponen las modas, controlan los lupanares, monopolizan el cine y las estaciones de radio,de modo que las costumbres de los cristianos se van modelando de acuerdo a sus imposiciones.
¿Dónde no domina el judío? Aquí, en nuestso país, ¿qué punto vital hay de nuestra zona donde el judío no se esté beneficiando con lo mejor de nuestra riqueza al mismo tiempo que está envenenando nuestro pueblo con lo más nefasto de las ideas y diversiones? Buenos Aires, esta gran Babilonia. nos ofrece un ejemplo típico. Cada día es mayor su progreso, cada día es mayor también en ella el poder judaico. Los judíos controlan aquí nuestro dinero, nuestro trigo, nuestras carnes, nuestro lino, nuestras carnes, nuestro pan, nuestra leche, nuestras incipientes industrias, todo cuanto puede reportar utilidad, y al mismo tiempo son ellos quienes siembran y fomentan las ideas disolventes contra nuestra Religión. contra nuestra Patria y contra nuestros Hogares; son ellos quienes fomentan el odio entre patrones y obreros cristianos, entre burgueses y proletarios; son ellos los más apasionados agentes del socialismo y comunismo; son ellos los más poderosos capitalistas de cuanto dancing y cabaret infecta la ciudad. Diríase que todo el dinero que nos arrebatan los judíos de la fertilidad de nuestro suelo y del trabajo de nuestros brazos será luego invertido en envenenar nuestras inteligencias y corromper nuestros corazones.
Y lo que aquí observamos se observa en todo lugar y tiempo. Siempre el judío, llevado por el frenesí de la dominación mundial, arrebata las riquezas de los pueblos y siembra la desolación. Dos mil años lleva en esta tarea la tenacidad de su raza, y ahora está a punto de lograr una efectiva dominación universal.
¡Y pensar que este pueblo proscripto, que sin asimiliarse vive mezclado en medio de todos los pueblos, a través de las vicisitudes más diversas, siempre y en todas partes intacto, incorruptible, inconfundible, conspirando contra todos, es el linaje más grande de la tierra!
El linaje más grande, porque este linaje tiene en historia indestructible de 6.000 años. El linaje más grande porque de él tomó carnes el Cristo, Hijo de Dios vivo.
Y bien, este pueblo que aquí y en todas partes, ahora y en los veinte siglos de civilización cristiana, llena todo a pe-sar de ser una infinitésima minoría, ¿qué origen tiene?, ¿cómo y por qué se perpetúa?, ¿qué suerte le cabe en la historia?, ¿qué actitud hay que tomar frente a él? He aquí lo que espero explicar en los capítulos siguientes.
Explicar, digo, porque estas páginas pretenden ser una explicación del judío, y en este caso, la única posible, una explicación teológica. La Teología es la ciencia de los misterios de Dios. Los misterios de Dios son los juicios inescrutables del Altísimo que nos son conocidos cuando El se digna manifestárnoslos. Sin su manifestación jamás podríamos ni vislumbrarlos.
Ahora bien, el judío, como enseña la Teología católica, es objeto de una especialísima vocación de Dios. Sólo a la luz teológica puede explicarse el judío. Ni la psicología, ni las ciencias biológicas, ni aun las puras ciencias históricas pueden explicar este problema dol judío, problema universal y eterno que llena la hisloria por sus tres dimensiones; problema que por su misma condición requiere una explicación universal, que valga hoy, ayer y siempre. Explicación como Dios, debe ser eterna; es decir, teológica.
Será menester advertir que estas lecciones, que tocan
ni vivo un problema candente, no están de suyo destinadas a justificar la acción semita ni la antisemita? Ambos térmi­nos tienden a empequeñecer un problema más hondo y uni­versal. En el problema judaico no es Sem contra Jafet quien lucha, sino Lucifer contra Jehová, el viejo Adán contra el nuevo Adán, la Serpiente contra la Virgen, Caín contra Abel, Ismael contra Isaac, Esaú contra Jacob, el Dragón contra Cristo. La Teología Católica, al mismo tiempo que derra­mará la luz sobre "el misterio ambulante" que es todo judío, indicará las condiciones de convivencia entre judíos y cris­tianos, dos pueblos hermanos que han de vivir separados hasta que la misericordia de Dios disponga su reconciliación.

 

Buenos Aires,  1936.

 CAPÍTULO I

EL JUDIO SEGÚN LA TEOLOGÍA CATÓLICA

El judío no es como los demás pueblos, que hoy nacen y mañana fenecen; que crean una civilización admirable restringida a un punto del tiempo y del espacio. Recordemos los grandes imperios de los egipcios, de los asirios, de los persas, de los griegos y romanos. Su gloria fue gloria de un día.
El pueblo judío, porción minúscula enclavada en la encrucijada del Oriente y del Occidente, está hecho de pequeñez para llevar el misterio de Dios a través de los siglos. Y para llevar este misterio grabado en su carne.
No debe crear una civilización porque esto es humano, y a él está reservado lo divino.
Es el pueblo teológico, que Dios crea para sí. Moisés nos infiere en el Génesis cómo el Señor Dios, 2.000 años a. C., llama al Patriarca Abrahán, que vivía en Ur de Caldea, en la Mesopotamia, y le dice:
1. Sal de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre y ven a la tierra que te mostraré.
2. Y hacerte he en gran gente, y te bendeciré., y engrandeceré tu nombre, y serás bendito.
3. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditos todos los linajes de la t¡erra. Cap 12
El pueblo judío, hijo de Ahrahán, tiene entonces su origen en Dios, porque El lo selecciona del resto de la humanidad y porque a él le promete su bendición en forma tal que en él serón benditos todos los linajes de la tierra. Israel, entonces, es grande, y grande con grandeza teológica.
¿Pero esta grandeza de Israel estriba puramente en su descendencia carnal de Abrahán, en que este pueblo está formado en los lomos del Patriarca, o en cambio estriba en la fe que tiene Abrahán en la Promesa de Dios?
Esto es sumamente importante; porque si las bendiciones de Dios son para la descendencia carnal de Abrahán, para la pura descendencia carnal, entonces por el hecho de .ser hijo de Abrahán, el pueblo judío será elegido y bendito entre todos los linajes de la tierra. Si en cambio las bendiciones están reservadas a la fe en la Divina Promesa, la pura descendencia carnal no vale; es necesaria la descendencia de Abrahán por la fe en la Promesa, o sea una descendencia espiritual fundada en la fé.
 
Ismael e Isaac

¿En qué estriba, entonces, la grandeza de Israel, según los divinos designios? Para mostrarlo. Dios le da a Abrahán dos hijos. Uno, de su esclava Agar, que nace en forma corriente y natural, y recibe el nombre de Ismael. El otro que contra toda esperanza le pare su mujer Sara en la vejez, de acuerdo a la Promesa de Dios, y que es llamado Isaac.
Con Isaac y con su descendencia después de él confirma Dios el pacto celebrado con Abrahán. A Ismael le otorga el Señor también una bendición puramente material, prometiendo hacerle caudillo de un gran pueblo. De este Ismael descienden los árabes que tan reciamente se han opuesto a la entrada de los judíos en Palestina. Como Ismael el hijo de la esclava , se burlase y persiguiese a Isaac, Abraham a instancia de Sara su mujer, y de acuerdo a la orden de Dios, tuvo que echarlo de su casa. (Ver Génesis., cap. 21).
¿Qué significado tienen estos dos hijos de Abrahán, Ismael e Isaac? San Pablo, el gran Apóstol de los Misterios de Dios, nos explica que en Ismael e Isaac están prefigurados dos pueblos. (San Pablo ad. Gal. 4).
Ismael, que nace primero de Abrahán, como fruto natural de su esclava Agar, figura la Sinagoga de los judíos, que se gloría de venir de la carne de Abrahán. Isaac, en cambio, que nace milagrosamente de acuerdo a la promesa divina, de Sara la estéril, representa y figura a la Iglesia, que ha surgido, como Isaac, por la fe en la Promesa de Cristo.
No es, por tanto, la descendencia carnal de Abrahán lo que salva, sino su unión espiritual por la fe en Cristo.
El pueblo judio, formado en Abrahán, no es precisamente por su unión carnal con Abrahán, sino asemejándosele en la fe, creyendo en Cristo, como puede lograr su salud. Todos los que se unen con Cristo forman la descendencia bienaventurada de Abrahán y de los Patriarcas, y son el objeto de las Divinas Promesas. La Iglesia es Sara hecha fecunda por la virtud de Dios. El espíritu vivifica, y la carne, en cambio, nada vale, decía más tarde Jesucristo. (S. Juan., 6) ¿Podría suceder que este pueblo, o parte de este pueblo, unido por lazos carnales con Abrahán, creyese que esta pura unión genealógica es la que justifica y salva?
Sí (podría suceder, y sucedió. . . Y para prefigurarlo, comenta el Apóstol San Pablo, dispuso Dios que Abrahán tuviese dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre. Mas el
de la exclava nació según la carne; al contrario, el de la libre nació de la Promesa. Todo lo cual fue dicho por alegoría para significar que el hecho de una pura unión carnal con Abraham  está representado en Ismael, el hijo de la la exclava, y la imitación de Abrahán por la fe en Jesucristo figurada en Isaac, el hijo de la Promesa.

 

 

 
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