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Por Enrique Thomas – Para LA NACION
Cuando, hace algunos días, el juez federal Ariel Lijo decidió archivar el expediente por el asesinato de José Ignacio Rucci, una sensación de alivio se instaló entre no pocos figurones del kirchnerismo. Pues más allá de la confirmación sobre la autoría de Montoneros -dato ya sostenido por investigaciones periodísticas de gran valor historiográfico-, lo que preocupaba de la remota posibilidad de reabrir esta causa era que la dirigencia sindical se viera obligada a reconocer, a instancias de un nuevo juicio, las severas diferencias que tiene con el relato nac & pop. Especialmente en estos días, cuando el candidato para encabezar la CGT K es precisamente el secretario general de la UOM, gremio del que Rucci es una figura emblemática.
Como todo el mundo sabe, desde hace ya varios años los gremialistas que apoyan a la Presidenta vienen comiendo sapos con la nueva "historia oficial". No es para menos: impartida por medio de las usinas de propaganda gubernamental -desde los programas de la TV Pública y el canal Encuentro hasta los módulos "educativos" de La Cámpora-, esta nueva ola de falsificación histórica pretende hacer pasar a los héroes y mártires de la clase obrera argentina como "traidores" o "burócratas", mientras se sacraliza "revolucionariamente" a las organizaciones de la clase media radicalizada que, en su desenfreno irracional, ejecutaron brutalmente a varios de tales dirigentes.
Nada se dice acerca de la enorme deuda que las actuales estructuras gremiales y el propio peronismo tienen con tales "burócratas", que sostuvieron al movimiento proscripto en los años de la resistencia y permitieron que exista hoy la formidable red de obras sociales de administración sindical, única en América latina, o las leyes laborales y de asociaciones profesionales que garantizaron la unidad organizativa y el poder de negociación del proletariado nacional.
Incluso, en varias de estas piezas propagandísticas se insiste en hablar de "vandorismo" como de una forma perversa, gangsteril y corrupta de ejercer el liderazgo sindical, cuya única meta habría sido el enriquecimiento personal. Contestar este desatino demandaría varias páginas, pero quiero decir sólo que, tras el asesinato de Augusto Vandor, en 1970, su viuda, Elida Curone, debió emplearse como enfermera en un policlínico de la UOM para poder alimentar a sus hijos, como lo hizo la propia viuda de Rucci, Nélida "Coca" Vaglio.
Nada se dice acerca de la enorme deuda que las actuales estructuras gremiales y el propio peronismo tienen con tales "burócratas", que sostuvieron al movimiento proscripto en los años de la resistencia y permitieron que exista hoy la formidable red de obras sociales de administración sindical, única en América latina, o las leyes laborales y de asociaciones profesionales que garantizaron la unidad organizativa y el poder de negociación del proletariado nacional.
Incluso, en varias de estas piezas propagandísticas se insiste en hablar de "vandorismo" como de una forma perversa, gangsteril y corrupta de ejercer el liderazgo sindical, cuya única meta habría sido el enriquecimiento personal. Contestar este desatino demandaría varias páginas, pero quiero decir sólo que, tras el asesinato de Augusto Vandor, en 1970, su viuda, Elida Curone, debió emplearse como enfermera en un policlínico de la UOM para poder alimentar a sus hijos, como lo hizo la propia viuda de Rucci, Nélida "Coca" Vaglio.
Tal era la fortuna amasada por quienes habían sido los más influyentes jefes sindicales de esa época. Por el contrario, sería interesante repasar el patrimonio de algunos de los combativos dirigentes y comunicadores que orientan esta engañosa formulación de nuestra historia reciente.
Tal maniqueísmo, que distribuye arbitrariamente los roles de izquierda y derecha, oculta -posiblemente, sin tener conciencia de ello- que desde principios de siglo todas las organizaciones de la clase media acomodada (y semiilustrada) que optaron por prácticas terroristas, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, tuvieron como principal objetivo el ejercicio de la violencia contra los dirigentes sindicales. Desde la Liga Patriótica hasta la Legión Cívica y desde los Comandos Civiles hasta FAR y Montoneros: más allá de que se definieran como nacionalistas, católicos, radicales o peronistas, estas bandas revelaban la ideología antiobrera que caracteriza a la pequeña burguesía de las semicolonias.
Esto explica que el apego a la "épica setentista", tan frecuente en sus campañas publicitarias y prácticas propagandísticas, sea un claro indicio de los contenidos de clase del kirchnerismo: un movimiento orientado por el sector intermediario de la economía, tributario de experiencias ajenas -como Cuba o Venezuela- y de base eminentemente clientelar. Y por si hace falta aclararlo: no hay en él ningún esfuerzo o intención por reconstruir la "columna vertebral" para retomar el curso histórico del peronismo, como pretenden hacer creer algunos. Si hasta el propio Perón (especialmente el genial estadista de los últimos años) ha sido desterrado de las homilías presidenciales.
Por esto es prácticamente imposible que alguna de las corrientes que convergen en el kirchnerismo adopte como propia la reivindicación de José Ignacio Rucci sin producir un cisma o hacerse acreedor a la maldición eterna. No escapan a este pavor los propios dirigentes sindicales oficialistas, quienes no ignoran que deben a figuras ejemplares como ésta la existencia misma de sus organizaciones.
No es nuestro caso, afortunadamente. Por esta razón, vamos a seguir trabajando junto con la hija de este gran patriota, nuestra compañera Claudia Rucci, para que en la memoria de las generaciones venideras ésta no sea una página en blanco. "Al americano libre corresponde transmitir a sus hijos la gloria de los que contribuyeron a la restauración de sus derechos", dictaminó el general San Martín. No le queden dudas a nadie de que así lo haremos.